Hoy en día, el mundo de las Magical Girls se ha expandido a límites muchos más amplios que en sus orígenes al explorar nuevas aperturas temáticas. Sailor Moon, Pretty Cure o DoReMi son algunos de los exponentes más conocidos del género, siempre asociado a un público joven. Sin embargo, actualmente podemos encontrar otras obras como Magical Girls Holy Shit con un tinte mucho más adulto del que estamos acostumbrados. En ese sentido, Madoka Magica es uno de los títulos más sorprendentes que se han creado al jugar con el espectador, aprovecharse de todos los tópicos conocidos y retorcerlos para dar lugar a una historia que roza lo macabro. Un anime que merece la pena ver.
El mundo de Madoka Magica
Puella Magi Madoka Magica es un anime de 2011 que adapta el manga homónimo de Gen Urobuchi. En este, conocemos a Madoka, una joven de instituto que un día se encuentra con Kyubei, una extraña criatura mágica parecida a un gato. Este ser es capaz de conceder un deseo a cambio de que la usuaria firme un contrato que la convierta en guerrera mágica para lucha contra la dimensión de las brujas. Así, tanto Madoka como su amiga Sayaka acaban transformándose en guerreras con armas poderosas que les permiten luchar.

No hay nada en los primeros compases de Madoka Magica distintos a los de cualquier otra serie de Magical Girls: chicas de instituto con vidas corrientes, criaturas parlanchinas y adorables, y modelitos extravagantes. Sin embargo, por mucho que la belleza de la animación trate de disfrazarlo, poco a poco el espectador comienza a profundizar en un mundo mucho más oscuro. La dimensión de las brujas parece un lugar salido de Alicia en el País de las Maravillas y es desde el momento en el que entran en ella cuando comienza a verse la verdad detrás de las apariencias.
Lejos de ser capítulos en los que las chicas luchan contra el enemigo de turno (de hecho no hay un villano como tal), el peligro de Madoka Magica explota ante el espectador con los primeros enfrentamientos, revelando que detrás de este mundo hay una trama de secretos y mentiras de quienes parecen aliados. Nadie está a salvo de los terribles seres que habitan la dimensión y, pronto, la serie comienza a adquirir un tono mucho más sangriento y pérfido con cada capítulo.

Tras estas lucha, todavía reside una capa más: la de la desgracia de las protagonistas. La crueldad de la vida se impone ante cada una de ella, no pudiendo hacer nada por evitar un cruento destino. Los que parecen enemigos se convierten en aliados y, poco a poco, la trama comienza a enfocarse en el personaje de Homura (la del uniforme negro) para mostrar las terribles consecuencias de haberse transformado en guerreras sin tener ni idea de lo que hacían.
En los últimos compases de la serie, con las revelaciones ya hechas, se entra en un bucle en el que la brutalidad se impone sobre la idea fantástica del comienzo para adquirir matices más propios de Mirai Nikki que de Sailor Moon. De hecho, con la primera comparte cierto paralelismo argumental en sus últimos capítulos. Como espectadores, solo podremos asistir a una serie de catastróficas desdichas, sobrecogiéndonos con la crudeza de algunas desgracias.
Por lo tanto, lo que parecía una obra más de tantas y poco innovadora (más allá de su apartado visual) acaba sorprendiendo al público con una propuesta que no vio venir. La sutileza con la que usa a su favor los tópicos para después dar un giro de 180 grados a la obra es simplemente espectacular.