Desde los inicios de su historia, Rockstar siempre ha tenido una gran inquietud por subvertir las expectativas. Su papel de enfant terrible de la industria del videojuegos les ha garantizado durante años encabezar titulares indendiarios, pero siempre les salvaba un indiscutible compromiso por la calidad, y un ojo para las historias que no era habitual en la industria del momento.
Cuando se propusieron hacer un "GTA con cowboys", la propuesta podía recibirse con excepticismo. Cualquier jugador que hubiese experimentado sus narrativas sabía que la compañía era más de lo que parecía de primeras. Pero incluso para un cinéfilo empedernido como Dan Ho, principal encargado del guion del juego, el western suponía un género con un tipo de sensibilidad que de primeras no era evidente viendo su portfolio.

En mayo de 2010, exactamente hace 15 años, las dudas parecían despejadas. Los análisis se rendían ante un título que había dado la talla y más, y aun así, mirando la recepción del momento, no parecía que hubiese plena conciencia del clásico moderno que se estaba experimentando en aquel momento. El as bajo la manga de Red Dead Redemption es que de hecho era mucho más que que GTA con cowboys. Por supuesto que había un ADN compartido con la otra gran saga de la compañía, como el manejo del personaje basado en físicas o el tono de un juego que se apoyaba en lo ácido. Pero eran las diferencias lo que hacía que la aventura de Marston brillara.
Por cada momento en el que era histriónico o satírico, le seguían otros serios y dramáticos. El incesante tráfico urbano era sustituido por meditativos paseos a caballo. La acción tenía un ritmo distinto empuñando un rifle Winchester, y el tono era algo más grave y solemne. La fórmula era lo suficientemente familiar para que los fieles a GTA pudieran sentirse en casa, pero al mismo tiempo rupturista como para que los que se habían alejado de la sátira urbana pudieran hacerse aquí fans de Rockstar.

La joya de la corona era un mundo abierto que sencillamente no era como nada que hubiéramos visto entonces. A día de hoy, sigue sin tener igual. Sus estampas siguen implantadas en el cerebro de aquellos que lo jugaron. Hay caminos que se recuerdan de memoria, como el que lleva a Armadillo desde el desfiladero. Los escenarios mayormente despoblados hacían que cada evento se sintiese trascendente y único. La ambientación de salvaje oeste se transmitía en un mundo desconocido y a veces cruel, y hacía que la violencia habitual de estos títulos se sintiese más justificada.
Una narrativa más madura de Rockstar ataba el conjunto. Sí, el humor adulto y a menudo chabacano seguía formando parte de la experiencia, así como un espíritu gamberro que nos permitía liarla parda si queríamos. Y aunque era una fantasía a la que era fácil entrar en su memorable modo online, por lo general el tono y la narrativa de la historia principal invitaban menos a ello. Salía solo querer rolear como John Marston, un viejo forajido peligroso pero amable con los inocentes, y que prefería mantener un perfil bajo en todo lo que no fuera cumplir su misión de recuperar a su familia.

Y era este Marston el que conseguía que por muy fácil que fuera perderse en estos desiertos, quisiéramos acompañar a la historia hasta su final. Hacer grandes antihéroes no era algo nuevo para Rockstar, pero Marston fue quizás el primer gran ejemplo de la compañía creando un héroe eminentemente trágico con el que era fácil empatizar. Su venganza se sentía como nuestra, y es por eso que su desenlace se sigue manteniendo como uno de los más impactantes de cualquier videojuego que hayamos visto desde entonces.
Tras más de una década atrapado en un cajón de las consolas de séptima generación, 2024 fue el año en el que pudimos revivir esta aventura legendaria. Su port no andó falto de polémica, era la mejor forma de disfrutar de su mundo abierto a una calidad que nunca habíamos visto y era respetuoso con el material original, pero costaba justificar su alto precio. Al menos venía acompañado de Undead Nightmare. La expansión zombi que nos permitía volver a las carnes de Marston en un what if tan marciano como deliciosamente pulp.
A sus 15 años, sorprende ver cómo Red Dead Redemption aguanta el tipo incluso en una industria en la que el mundo abierto de calidad es más común. Hay algo muy particular en cómo se siente a los mandos, en el ritmo imbatible que tiene su narrativa principal y su gran elenco de secundarios, y en la atmósfera sin parangón que transmite su mundo. Si su secuela en 2018 sirvió para algo, además de para darnos otro juego excelente, fue para reforzar la importancia cultural de un título que nunca debería olvidarse, y que merece estar en la misma liga que la saga más popular de la compañía.
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