Todos hemos sido testigos de que el universo de League of Legends ha crecido a un ritmo vertiginoso. Nuevos campeones, regiones, eventos y novelas han expandido su mundo más allá del campo de batalla. Sin embargo, en medio de esa expansión, algunos personajes han quedado rezagados. No porque sean malos campeones en el juego —de hecho, tienen muchísimo potencial—, sino porque su lore apenas ha evolucionado desde sus inicios.
Año tras año, Riot actualiza biografías, rediseña orígenes y conecta personajes a nuevas tramas. Pero no todos reciben ese tratamiento. Algunos siguen atados a un pasado un poco desfasado, con líneas narrativas que ya no encajan en el Runaterra moderno. Y los fans lo notan.
Skarner: el último de su especie... ¿otra vez?
Pocas historias en LoL son tan tristes como la de Skarner, el escorpión cristalino. Su biografía original nos hablaba de una criatura mística conectada al núcleo de Shurima. Con los años, su trasfondo se reformuló un poco: ahora es un Brackern, uno de los últimos de una raza de guardianes ancestrales.
El problema es que Skarner no ha tenido un verdadero lugar en las historias grandes del juego. Ni siquiera sus lazos con Xer'Sai, Shurima o los eventos globales han sido explorados con profundidad. Su historia parece detenerse en la misma línea: despertó, está solo, busca venganza... y ahí se quedó.
En 2024 Riot confirmó un rework completo del campeón, tanto jugable como narrativo. Pero incluso ahora en 2025, más allá de pequeños avances, su narrativa sigue sin despegar. ¿Dónde están sus aliados? ¿Sus enemigos? ¿Su propósito? Skarner merece más.
Zilean: maestro del tiempo... atrapado en el pasado
Zilean debería ser uno de los campeones más potentes en términos narrativos. Domina el tiempo, vivió el colapso de Icathia, y es uno de los pocos personajes que puede ver el futuro y el pasado con claridad. Pero su historia está anclada a algunas referencias vagas y momentos no desarrollados.
Su papel como cronomante lo convierte en un testigo de la historia de Runaterra. Sin embargo, Riot apenas ha aprovechado ese punto de vista. Mientras regiones como Ionia, Piltover o Targon avanzan bastante, Icathia sigue siendo poco más que una ruina con ecos del Vacío. Zilean, uno de sus pocos supervivientes, queda reducido a un personaje críptico, sin conexión emocional ni desarrollo reciente.
Si Ekko representa el uso activo del tiempo, Zilean simbolizaría entonces su peso, ¿no? Pero ni siquiera eso se ha reflejado en la narrativa de eventos o cinematográficas. Es, tal vez, momento de reactivarlo.

Janna: la diosa que olvidó su propio nombre
Janna nació como un espíritu del viento en los principios del LoL. Durante años fue solo una entidad mágica que protegía a los navegantes de Zaun y Piltover. En su rework narrativo, Riot intentó modernizar su lore: ahora se presenta como una deidad urbana, conectada con la fe de los oprimidos de Zaun.
Y aunque esa premisa es bastante poderosa, la verdad, —una diosa que solo existe si alguien cree en ella—, Janna ha sido casi invisible desde entonces. No aparece en eventos importantes, no tiene interacciones clave con personajes de su misma región y creo que su nuevo rol no ha sido aprovechado como debería.
En un Runaterra cada vez más rico en conflictos políticos, creencias y rebeliones, Janna podría representar la esperanza, el cambio o incluso la lucha social. Pero para eso necesita protagonismo, no solo un párrafo bonito en el cliente del juego.
Campeones en pausa narrativa
Zilean, Skarner y Janna son solo algunos casos. El Hall of Fame de campeones con lore estancado es largo. Malphite, por ejemplo, lleva años sin conexión a ningún personaje. Shyvana tenía una historia épica con el trono de Demacia... que quedó congelada. Dr. Mundo fue reimaginado como un monstruo experimental, pero más allá del rediseño, no se le ha dado un lugar real en el Runaterra contemporáneo.
Y la lista sigue. Muchos campeones lanzados en los primeros años de LoL fueron creados con descripciones mínimas, en tiempos donde el lore era casi casi rio. Ahora que Riot ha apostado por una narrativa global, esos personajes necesitan de un pequeño esfuerzo para que vuelvan a tener la importancia que merecen.
Cuando el juego avanza y la historia no
Riot ha demostrado que puede reinventar personajes con gran éxito. Ahí están ejemplos como Fiddlesticks, que pasó de ser un espantapájaros sin fondo a un auténtico horror cósmico con historia propia. O Volibear, convertido en un dios salvaje temido incluso por los suyos. Es posible, y cuando se hace bien, el impacto es brutal.
El problema es que esa atención narrativa no llega a todos. Por cada rework brillante, hay tres campeones esperando que alguien los saque del limbo. Los jugadores lo saben, lo comentan en foros y lo reclaman en las redes. Porque más allá del metajuego, los personajes son parte de un mundo al que los fans quieren pertenecer.

¿Por qué importa el lore?
Hay quien dice que el lore en un MOBA es secundario. Que lo que importa es la jugabilidad, el equilibrio, la competencia. Pero League of Legends ya no es solo un juego: es una franquicia transmedia con series, cómics, novelas y millones de seguidores que se emocionan con una cinemática tanto como con una pentakill.
El éxito de Arcane fue un golpe sobre la mesa. Demostró que las historias bien contadas no solo complementan el juego: pueden liderar la experiencia. Y para eso, todos los personajes deben estar vivos narrativamente. No solo los más populares o los recién llegados.
¿Qué campeones necesitan una segunda oportunidad?
El futuro del lore de League of Legends pasa por rescatar a sus fantasmas. Aquellos campeones que siguen presentes en el juego pero ausentes en la narrativa. Que luchan en la Grieta, pero no tienen voz ni historia en Runaterra. Darles nuevas tramas no es solo un gesto de justicia creativa, es también una forma de enriquecer el universo del juego y reconectar con los veteranos.
2025, con el crecimiento del multiverso de LoL y los juegos derivados, parece el momento ideal para reescribir destinos. Para que personajes olvidados como Skarner, Janna o Zilean puedan volver a ser protagonistas. Porque ninguna historia está realmente perdida... mientras alguien la quiera volver a contar.
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