En 2012, los fans de Battlestar Galactica nos subíamos por las paredes. Tras el éxito rotundo de la serie que había logrado revivir la legendaria y algo cutre serie de finales de los 70, nuestras expectativas estaban por las nubes. El regreso de Galactica había pegado en la cultura pop del momento conquistando a una generación de fans de la ciencia ficción. Así que el estreno de una nueva serie, que además contaría un episodio tan legendario como la Primera Guerra Cylon, era algo como para estar ilusionado, ¿verdad? Pues tu gozo en un pozo y "nada más que la lluvia", porque Sangre y Cromo fue una decepción de proporciones, bueno, "galácticas".
La saga Battlestar Galactica, en su formato moderno, revitalizó la space opera televisiva, sino que también cimentó su lugar en el corazón de los fanáticos del género. Al combinar una trama llena de misterios con personajes complejos, la serie nos dio una de las narrativas más maduras que se habían visto en las series de ciencia ficción, dejando claro que Galactica no solo era una serie de naves espaciales luchando contra robots, sino un reflejo de la lucha de la humanidad con sus propios demonios. Tras el éxito de Galactica, la idea de expandir este universo con una precuela como Sangre y Cromo sonaba como un sueño hecho realidad. ¿Una historia centrada en la mítica Primera Guerra Cylon? ¿Y el protagonista era Will Adama? ¡Frak! Sin embargo, el producto final resultó ser algo completamente diferente a lo que esperábamos.
Una producción sin pegada
Uno de los mayores problemas de Sangre y Cromo fue su producción. Sangre y Cromo se estrenó en formato de webisodios, una decisión que, aunque en su momento parecía una jugada innovadora, terminó siendo uno de los factores que lastró la serie. Estos episodios, más cortos y con un presupuesto considerablemente limitado, no permitieron desarrollar a fondo la historia ni los personajes. El formato web le dio un aspecto demasiado pobre a lo que debía ser una superproducción de ciencia ficción, lo cual no ayudó a cumplir con las expectativas.
A pesar de los intentos por darle una continuidad interesante a la franquicia, Sangre y Cromo tuvo serias deficiencias en su producción. En el lado positivo, la serie ofreció algunas escenas de acción que sí mantenían la adrenalina característica de Galactica y unos efectos visuales que, si bien no eran sobresalientes, cumplían con el mínimo necesario. Sin embargo, esos logros técnicos se vieron opacados por una narrativa floja y personajes mal desarrollados. Mientras combate en el frente de batalla, Adama se une a una tripulación que busca desentrañar un complot que podría cambiar el curso de la guerra, una trama parecida a la de la serie que la precedía, pero con mucho menos fuerza.

El gran interés de Sangre y Cromo era el de narrar los primeros pasos de Adama como líder y los sacrificios necesarios en la lucha por la supervivencia de la humanidad, pero cuando ninguno de los protagonistas logra enganchar al público, su destino narrativo interesa bastante poco. Vamos, que si daba igual si palmaban todos.
Además, las decisiones creativas también jugaron en contra. El tono de la serie, que prometía ser oscuro y complejo, resultó ser simplemente aburrido. Sangre y Cromo carecía de la intensidad que había hecho famosa a la serie madre. El bajo presupuesto, combinado con la falta de tiempo para desarrollar la trama de manera adecuada, se tradujo un producto que no logró captar la esencia de ninguna de las series anteriores de Battlestar Galactica. El personaje principal, el joven William Adama en sus primeros días de carrera, no lograba transmitir la fuerza y profundidad que su versión adulta dejó en la serie principal. De hecho, todo el reparto principal sufría de una tremenda falta de carisma que impidió que el público se enganchara a una trama, que por otro lado, tampoco llegaba a despegar en ningún momento.

La recepción de la serie fue dura. Aunque algunos fans encontraron ciertos aspectos de la serie entretenidos, la mayoría coincidió en que Sangre y Cromo fue un paso atrás para la saga. La falta de un enfoque adecuado para la historia, y el poco cariño en la dirección y en el guion, impidió que el proyecto brillara como los fans esperaban. Es justo reconocer que al tratarse de una serie pensada para su publicación en la red, los niveles de producción eran mucho má modestos que los de la serie para televisión, pero eso no debería haber afectado a la calidad de trama, que no paraba de dar palos de ciego en busca de algún elemento que entusiasmara a los espectadores.
El mayor problema de Sangre y Cromo fue, probablemente, la presión que existía sobre ella. Las expectativas generadas por la serie de 2004 fueron tan altas que cualquier producto relacionado tenía que estar a la altura, y esta producción simplemente no estaba pensada para ello y evidenció un tema recurrente en el mundo de las franquicias: el peso del legado. La presión por ofrecer algo que esté a la altura de la anterior serie generó unas expectativas difíciles de satisfacer.
El hecho de que los fans esperaran además una historia tan épica como la de la Primera Guerra Cylon no ayudó, ya que la serie no pudo mantener ese nivel de tensión y profundidad por lo que la serie se desmoronó bajo las opiniones de los mismos fans que encumbraron a Battlestar Galactica. Con el paso del tiempo, la serie ha caído en el olvido, aunque algunos aún la consideran un intento interesante, aunque fallido, de expandir el universo de Galactica. Por desgracia el fracaso de esta serie, junto con la de la otra precuela de este universo, Caprica, que se desarrolla 58 años antes de los eventos de la guerra Cylon y cuenta la creación de los primeros modelos de Cylon, cerraron la puerta a esta franquicia de manera que a día de hoy no hay demasiadas novedades sobre los diferentes proyectos en marcha para recuperar a Battlestar Galactica.
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