No es fácil hacer un clon de GTA, y menos aún en una semana como esta en la que Rockstar ha acaparado todos los focos, pero más difícil todavía es hacer una copia deliberada de ese estilo de mundo abierto, llevártelo hasta la época de la primera Playstation, y además triunfar en el proceso dándole tu propia personalidad para que parezca una experiencia completamente nueva pese a seguir siendo reconocible. Afortunadamente para los que lo esperábamos con ganas, hay que reconocer que The Precinct ha conseguido ser un videojuego que no es sobresaliente pero sí que cumple.
No hay que ser un lince para ver qué es lo que se nos propone aquí. Si jugaste a los primeros The Precinct la idea viene a ser la misma, pero hay suficientes giros en su propuesta como para que se sienta completamente distinto a lo que estamos acostumbrados con los clones de mundo abierto que han intentado imitar a Rockstar con el paso de los años.
Un GTA a la vieja usanza
Aquí ya no estamos en la mafia ni rozando los límites de la legalidad, nuestro papel es el de un policía que, llegando al cuerpo como novato, tendrá que ir aprendiendo a hacerse valer en una ciudad donde el crimen está a la orden del día. Bajo la premisa de ser el hijo del antiguo jefe de policía, y con todos los chascarrillos y clichés a los que nos tienen acostumbrados este tipo de historias en el mundo del cine, desde los compañeros vagos y corruptos hasta el entrañable oficial que está a punto de jubilarse (guiño, guiño), la idea detrás de The Precinct es que nos enfrentemos a una trama en la que, tras caer el mayor capo de la ciudad, dos bandas rivales están intentando hacerse con el control de la ciudad.
Nuestro principal objetivo será ir recabando pistas sobre esos dos grupos para acercarnos a cada uno de sus cabecillas y, tras acabar con ellos o ponerlos entre rejas, enfrentarnos al jefe final de cada banda. Todo ello mientras intentamos descubrir qué le pasó a nuestro padre y qué otros misterios criminales se esconden en la ciudad de Averno.

Me temo que durante las 10 horas que dura su aventura principal no vas a poder marcarte un Scorsese y decir que "esto es cine", porque además de ser relativamente previsible, la historia da para lo que da y no hay actuaciones de Oscar implicadas (una muy buena localización con textos en español, eso sí). De hecho, durante gran parte de la aventura tendrás la sensación de que se han olvidado un poco de ella, y aunque hacia el final consigue ponerse las pilas y meter toda la carne en el asador, mientras tanto sirve para empujarte a seguir adelante en lo que termina siendo lo más divertido del juego, el desafío de enfrentarte a la posibilidad de ser un policía en un juego de este estilo.
Acostumbrados a lo que solemos ver en este tipo de mundo abiertos a la GTA, aquí la cosa cambia bastante. Digamos que no estamos ante una fórmula clásica de ir a hablar con fulano para que te mande a liarte a tiros con mengano. Salvando muchísimo las distancias con el término, y dando una voltereta enorme al siquiera mencionarlo para que os hagáis una idea de por dónde van los tiros, aquí lo que se nos propone es una suerte de simulador.
Cómo es jugar a The Precinct
Tras cada cambio de jornada apareceremos en la sala de briefing de la comisaría donde se nos darán varias opciones relacionadas con las patrullas clásicas de un policía. Podremos hacerlo a pie, por ejemplo en busca de vándalos que pinten las paredes con grafitis o tiren basura al suelo, controlando las multas de aparcamiento al revisar que los parquímetros estén pagados o que los coches estén bien aparcados, patrullando en coche para controlar que todo el mundo respete la velocidad, o incluso monitorizando la ciudad desde el cielo en helicóptero para comprobar que ningún malaje esté haciendo de las suyas.
El sistema detrás de esa mecánica es una auténtica gozada para quienes buscan aquí algo de profundidad y, aunque su ambición de juego indie con presupuesto limitado llega hasta donde se muestra en los tráiler de presentación y más o menos puedes intuir, me ha parecido una sorpresa de lo más reseñable y divertida.

La idea es que al acercarte a personas o vehículos podrás abrir un menú contextual en formato de rueda en el que realizar acciones básicas, como pedir la identificación o registrar sus bolsillos en el caso de las personas, y colocar multas o pedir información sobre la matrícula en el caso de los vehículos. Para los segundos resulta tan fácil como marcar qué están haciendo mal, ya sea haber aparcado frente a una boca de incendios o sobre la acera, para ponerle la receta en cuestión y saltar a otra cosa.
En el caso de las personas, en cambio, la idea va un poco más allá. Tras realizar la identificación y el registro pertinente, podrás marcar qué delitos ha cometido, por ejemplo llevar objetos falsificados y haberse fugado y resistido a la autoridad con un arma, y tras ello esposarle, leerle sus derechos y llevarlo hasta comisaría o pedir a otro agente que se encargue del paseo.
La ley y el orden como protagonistas
Desde el principio The Precinct te deja claro que esto no es un GTA al uso porque aquí hay que, en la medida de lo posible, cumplir siempre las normas. Te penalizará si atropellas a gente -aunque por suerte todos los NPC tienen una agilidad envidiable que te evitará más de un susto-, pero también si por ejemplo arrestas a alguien al que deberías estar multando. Tras cada detención, un sistema de puntos de experiencia te enseñará cómo de bien lo has hecho, motivándote a que pongas especial atención a todos los pasos necesarios para hacer un trabajo lo más limpio posible.
Si en algún momento se te atraganta todo ese proceso, también puedes pedirle a tu compañero que lo haga por ti o, si lo deseas, que el proceso de anotar las faltas y crímenes se realice de forma automática. Eso sí, todo lo relativo a identificar, registrar, esposar y leer los derechos corre de tu parte. Es un juego mucho más inteligente de lo que puede parecer a simple vista, la verdad, y sabe adaptarse a la perfección a lo que cada tipo de jugador va a querer sacar de él.

Volviendo a esos puntos de experiencia, nuestro papel en cada ruta que realizamos durante nuestro turno de día o de noche será crucial para ir mejorando nuestro nivel de policía. Gracias a ello ganaremos puntos que podremos sumar a un árbol de progreso en el que por ejemplo, optar por cansarnos menos al correr con un sistema de recarga activa a lo Gears of War, llevar más armas en el inventario o hacer más daño a los vehículos enemigos al estamparse contra ellos.
Igual de importante es que, conforme patrullemos, iremos descubriendo nuevos crímenes como el tráfico de drogas o la venta de armas que, al subir de nivel, pasará a engrosar la lista de opciones que tendremos disponibles al iniciar el día, ya sea mediante patrullas predefinidas o permitiéndonos personalizar qué vamos a hacer, en qué zona y durante qué limite de tiempo. Digamos que, aunque la opción de poner multas de aparcamiento siempre va a estar ahí, la idea es que durante esas patrullas te encuentres con un mayor tipo de crímenes de otros estilos algo más trepidantes.
Los tiroteos, su punto más flaco
En cualquier caso la radio siempre estará abierta (aunque puedes cerrarla si así lo deseas), por lo que desde central se nos informará de los crímenes sobre los que haya una alerta cercana por si queremos -o podemos- pasarnos a echar un cable. Vamos, que aunque hayamos salido a por grafiteros podemos terminar realizando una persecución en coche mientras un helicóptero nos intenta indicar por dónde se acaba de colar un vehículo. De hecho, lo fácil es que terminemos haciendo cosas fuera de la zona a la que previamente nos habíamos apuntado porque algún descerebrado la ha liado y ha echado a correr al vernos.
Si la cosa se complica, desde la central nos avisarán de que hay razones suficientes para utilizar la fuerza, por ejemplo tirándonos en plancha para placar la carrera del criminal fugado o inmovilizándolo en el suelo, o incluso utilizar fuerza letal si hay vidas en peligro. Eso sí, lo más recomendable casi siempre termina siendo tirar de táser en vez de escopeta para realizar un arresto por los beneficios que puedes acabar sacando de ello, por ejemplo permitiéndote esposarlo y registrarlo para encontrar una pista clave que te acerque un poco más al cabecilla de la banda que te interesa atrapar en ese momento.

Con las pistas suficientes desbloqueadas, al día siguiente entre las patrullas estará la opción de realizar una misión especial destinada a acabar con el pandillero en cuestión, lo que a menudo lleva a tiroteos con bastante más acción de la habitual, en misiones un poco más estructuradas y cercanas a lo que, con relativa distancia, recordamos de aquellos primeros GTA. Lo cierto es que, salvo en el último tramo, en realidad hay poco hueco a grandes alardes de narrativa o cambios de escenario, pero el cambio de tanto en tanto a unos tiroteos algo más elaborados se agradece para darle vidilla a la fórmula.
De hecho es probablemente el punto más flojo de un juego que sabe ser mejor simulador de policía que juego de acción. Afortunadamente, el sistema de recompensas al subir de nivel no tarda en empezar a arrojarte nuevas armas que sustituyan a la penosa pistola inicial, que por cadencia y precisión termina dando una primera impresión muy muy pobre, pero que luego mejora de forma notable.
Lo digo especialmente por aquellos que se hayan acercado a su demo y hayan visto cómo no daban ni una al disparar. Cuando empiezas a coger fusiles de asalto, pistolas algo más potentes, y sobre todo su glorioso rifle, la cosa mejora bastante. En cualquier caso, ya te adelanto que los tiroteos están lejos de ser lo mejor de The Precinct.

Sus persecuciones en coche, en cambio, tienen un rollete mucho más satisfactorio. No es sólo que la inteligencia artificial de los coches a los que persigues sea lo más puñetera posible, clavando hasta los giros más ajustados para intentar colarse por todos lados sin importar qué se llevan por delante, sino que los derrapes funcionan a las mil maravillas y el diseño de la ciudad, pese a ser relativamente pequeña y contar sólo con dos islas conectadas por puentes, hace todo lo posible por colarte constantemente puestos de comida que destrozar y saltos que realizar para darle aún más espectáculo.
La gran baza de estas persecuciones es que, además, tendrás un sistema de seguimiento mediante el que, manteniéndote cerca del enemigo, irás sumando barras de vigilancia que podrás utilizar para pedir refuerzos. De primeras, a pie te ves limitado a otro agente o un coche de policía, pero cuando estás realizando la persecución desde un coche o desde el helicóptero se van sumando opciones como colocar pinchos en la carretera, pedir furgones policiales o incluso reclamar que monten una barricada.
Lamentablemente para la efectividad y el espectáculo de esas habilidades especiales, pese a lo gratificantes que resulta pedirlas mientras la acción se pone a cámara lenta, los coches rivales son lo suficientemente inteligentes como para esquivar esos palos en las ruedas y que pocas veces sean útiles, y los vehículos de tus compañeros lo suficientemente tontos como para acabar en el agua cada vez que intentar estamparse contra el criminal cuando corres cerca del mar.
The Precinct es más que un GTA de policías
Es una lástima porque un par de escalones más de pulido y balanceo en la inteligencia artificial de unos y otros daría para una experiencia mucho más redonda, pero que tras 10 horas no haya tenido sensación alguna de agotamiento, o de pensar que estaba enfrentándome constantemente a lo mismo, da buena cuenta de hasta qué punto saber hacer brillar lo divertido que resulta para destacar por encima de todas esas sombras que innegablemente arrastra.
Ayuda, y bastante, que de tanto en tanto en mitad de una patrulla te pidan acudir a un sitio en concreto para recibir el soplo de un informante en uno de los pocos edificios a los que puedes entrar o, en el mejor de los casos, que acudas a la escena de un crimen a lo Seven para recabar pistas sobre un asesino que anda suelto por la ciudad en forma de caso secundario que complemente a la desestabilización de las bandas que sirve como trama principal.

Entre coleccionables relacionados con un robo en el museo, y una serie de saltos épicos, carreras callejeras y pistas contrarreloj esperando a ser completadas como objetivos secundarios para seguir sumando horas y experiencia, The Precinct demuestra ser uno de esos juegos que, con muy poquito, consigue hacer una experiencia de lo más redonda.
Es cierto que está lejos de ser perfecto y que a algunos podrá parecerles repetitivo tener que salir a patrullar en helicóptero una vez más mientras los criminales demuestran ser el mejor conductor de la historia esquivando todo lo que les eches encima, pero sin duda The Precinct es uno de esos indies que, frente al desafío de ser otro clon más de GTA, han conseguido hacer un estupendo trabajo.
Puede que The Precinct esté lejos de ser el juego que va a revolucionar el género de la acción o plantarle cara a GTA, pero desde luego es un estupendo ejemplo de cómo, con pocos recursos, se puede hacer una experiencia que no es excelente pero que sí que resulta muy interesante. Allí donde no puede competir con otros títulos de mundo abierto hace un esfuerzo consciente y encomiable por destacar sus bondades, especialmente en todo lo que suma de simulador a la idea de ponerte a patrullar las calles. Lamentablemente, hay problemas: los tiroteos no están a la altura, la IA de compañeros y enemigos está profundamente desbalanceada y hay algunas cosas más que de tanto en tanto te hacen arquear una ceja frente a lo que ocurre ante ti. En cualquier caso es uno de esos juegos que, por disfrutón y bien parido, encantará a todos los que se sientan atraídos por él sin importar los destacables fallos que trae bajo el brazo.
Comprar The Precinct- La idea de crear un GTA de policías es lo que mejor sabe afinar.
- Su mezcla de simulación y acción descerebrada es una combinación de lo más inteligente.
- Los tiroteos terminan dejando bastante que desear por control y precisión.
- Lamentablemente la IA de compañeros y enemigos está profundamente desbalanceada.
- Entre historia, misiones secundarias y secretos, tienes mundo abierto para rato.
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