Chema Mansilla
Editor - Cine y TVUna de las primeras cosas que debe hacer todo Sangre de Dragón que se precie en Skyrim es calzarse el yelmo, equiparse las katiuskas de piel de horker y dirigirse a Alto Hrothgar dispuesto a subir los 7.000 Escalones. Aunque ya te aviso que ni son 7.000 ni son tan escarpados como te lo pintan: en realidad, apenas hay 689 escalones visibles hasta llegar a las puertas del monasterio de los Barbas Grises. Pero oye, el marketing nórdico no tiene por qué estar reñido con un poco de exageración legendaria.
Seguir las indicaciones al pie de la letra
Lo curioso es que el propio juego te deja bastante claro que este ascenso es parte de tu entrenamiento espiritual como Dovahkiin. Pero claro, yo en mi primera partida decidí subir la montaña como me dio la gana. Haciendo el cabra, literalmente. Buscando atajos, escalando paredes imposibles, ignorando el sendero principal como si no estuviera ahí. Y fue precisamente por eso que me perdí uno de los secretos más evidentes y mejor integrados del juego. Uno de esos detalles que separan a los exploradores de verdad de los turistas de mazmorra.
Resulta que en el camino hacia Alto Hrothgar hay algo más que nieve y trolls con mal despertar. A lo largo del sendero hay diez tablillas de piedra, los llamados Emblemas, situadas junto al camino. Estas inscripciones relatan el origen del poder de La Voz, cómo los dragones dominaron Mundus, cómo los hombres aprendieron a usar el poder de los gritos, y cómo Jurgen Llamador del Viento decidió que, a veces, el silencio es la respuesta más poderosa.
Y aquí viene la clave: si lees los diez emblemas, uno tras otro, siguiendo el orden del sendero, se activa un efecto secreto llamado Voz del Cielo (Voice of the Sky, en la versión original). Este efecto no es ninguna tontería. Durante 24 horas reales (sí, del mundo real) los animales de Skyrim no te atacarán. Ni lobos, ni osos, ni dientes de sables: pasear por los bosques se convierte en un auténtico retiro espiritual. Al menos hasta que metas la pata y ataques sin querer a una cabra con hechizo de área o le metas en espadazo a algún bicho, sin querer, imaginamos. Entonces, adiós bendición. Pero bueno, lo puedes volver a activar armándote de paciencia y repitiendo la subida.
Lo más sangrante de todo es que el juego no te lo esconde. No hay que resolver ningún puzle críptico, ni derrotar a un jefe final oculto. Solo hay que hacer lo que el juego te propone desde el principio: seguir el camino, leer cada tablilla, y prestar atención. Me consuela saber que no soy el único que no se dio cuenta en un primer momento. Tal como explican en GameRant a muchos otros jugadores le pasó lo mismo, entre ellos el de Reddit llamado HoHw169, que lo contó en su momento en r/Skyrim y se armó un buen revuelo. Yo me perdí la mitad de las tablillas porque fui directo al grano, tomando las curvas por el pretil, bordeando árboles, subiendo por las paredes como una lagartija y buscando eficiencia cuando lo que el juego proponía era contemplación. Mal hecho.
Este es uno de esos secretos que pasan desapercibidos no porque estén ocultos, sino porque asumimos que no valen la pena. Pero Skyrim siempre ha recompensado la curiosidad y la atención al detalle. Y esta es una de sus mejores lecciones, así que me alegro de poder decir que ya no soy ese jugador. Por supuesto, si tu objetivo es subir de nivel rápidamente o farmear pieles como un loco, este efecto te parecerá un estorbo. A veces, para hacer las cosas bien en un videojuego simplemente hay que hacer lo que el videojuego te pide.
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