En 1960, durante la mañana de un domingo cualquiera, David Latimer se levantó con una particular obsesión. De la mano de una inmensa botella de cristal crearía un mundo en miniatura. Un jardín embotellado que daría forma a un ecosistema autosuficiente que sólo precisaría de un mínimo cuidado, luz solar.
Más de 60 años después, el jardín sigue vivo y lo único que ha requerido ha sido añadir un poco más de agua. Un fallo de cálculo que Latimer solventó en 1972 y, tras ello, selló la botella con silicona para que no pudiese abrirse nunca más. El sistema utilizado es el mismo que plantea la NASA para los ecosistemas autosuficientes en el espacio.
Un jardín que lleva 50 años sin regarse 573e25
Tras añadir un poco de agua, tierra, un poco de abono y distintas variedades de plantas, el ciclo de fotosíntesis se encarga de mantener vivo el ecosistema. Las bacterias que pululan por su tierra se comen las plantas que van falleciendo y consumen el oxígeno que segregan las plantas a la vez que expulsan el dióxido de carbono que estas últimas necesitan para sobrevivir.
Con el ciclo del agua de la botella sellada ocurre exactamente lo mismo. Las raíces atrapan la humedad que luego termina traspirándose y condensándose sin escapatoria, lo que hace que vuelva a la tierra para mantener vivo el círculo y seguir aportando los nutrientes necesarios para que el ecosistema siga adelante.
Consciente de que el invento terminaría sobreviviéndole, Latimer donó el experimento a sus hijos para que siguiesen controlando que le diese el sol para mantener el ciclo. Si en algún momento acaban hasta las narices de tener que lidiar con esa botella en las mudanzas, deberá ser donada a la Royal Horticultural Society inglesa.
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