Sabemos que todos los seres humanos son individuos únicos. Individuos que, a través de sus peculiaridades y vivencias, construyen un ser inimitable. Sin embargo, dentro de nuestra propia singularidad, es muy probable que ninguno de los que estamos reunidos en torno a este texto en estos instantes seamos tan excepcionales como aquellas personas diagnosticadas como sinestésicas. Esos individuos tienen una cualidad que casi se podría describir como un superpoder con la grandilocuencia suficiente: la de percibir elementos a través de estímulos no correspondientes a sus sentidos. Estamos hablando de personas que pueden oler números, saborear la música y sentir físicamente los colores; un principio de variación no patológica de los sentidos humanos que sólo posee el 1% de la población mundial; y que, incluso dentro de este grupo, sólo algunas de ellas tienen disociaciones del calibre que hemos descrito.
Curiosamente, algunos neurólogos creen que todos nacemos con esta disociación de sentidos, y es durante nuestro desarrollo temprano cuando establecemos la separación entre nuestros sentidos. Así lo creen expertos como David Eagleman, neurólogo y psicólogo norteamericano, que defiende que las personas denominadas como "sinestésicas" no son más que individuos en los que esta separación sólo ha ocurrido parcialmente. Si la posición de Eagleman fuera correcta, y la sinestesia fuera una facultad perdida, ¿podríamos recuperar dicha facultad con los estímulos correctos? Esta es una de las preguntas que más ha inquietado a lo largo de los años a Tetsuya Mizuguchi, diseñador y creativo japonés, y una auténtica eminencia en el desarrollo de estímulos sensoriales en los videojuegos.
Mientras la industria suele centrarse en el aquí y el ahora, él está pensando en qué podrá hacer con las nuevas tecnologías
Mizuguchi, inquietado por las sensaciones que producían en él mismo y en otros las obras de arte abstracto, principalmente las del influyente pintor ruso Vasili Kandinski, siempre tuvo presente que quería que su oficio indaga en la capacidad de generar experiencias a través de la tecnología que influyeran de un modo casi esotérico en nuestros sentidos; la llamada "Sinestesia" en círculos artísticos, aquella que produce estímulos mediante conexiones imprevistas.

Con un trasfondo alejado de lo que la industria del videojuego acostumbra, esta búsqueda de lo suprasensorial lo llevaría hasta la inventiva Sega de los años 90 tras, como describió en una entrevista para Gameinformer, descubrir que la compañía del erizo azul -por aquellos años aún sin esa mascota- era la responsable de la arcade R360, cuyo concepto atrajo al creativo japonés a los brazos de la mencionada desarrolladora. Bajo su abrigo, Mizuguchi entraría como parte del equipo 9 de I+D de Sega; aunque poco después comenzaría su andadura como diseñador de videojuegos propiamente dicho.
El paso de Mizuguchi por Sega
Mizuguchi es un creativo que ha construido su visión en torno a futuribles. En una entrevista para NewStatesman de hace unos años, el creativo decía que "la tecnología alimentaba el hambre" de aquellos que veían sus posibilidades; en repetidas ocasiones ha declarado que, mientras la industria suele centrarse en el aquí y el ahora, él está pensando en qué podrá hacer con las nuevas tecnologías, y cómo podría aplicarlas a su visión creativa. Por ello, no es de extrañar que, cuando Sega le presentó la difícil tarea de desarrollar un simulador de carreras para sus arcades, lo que naciera de la dirección del diseñador nipón fuera lo que conocimos como Sega Rally 1995 Championship (1995), un título donde el propio hardware de la cabina reaccionada a lo que sucedía en pantalla de forma física, y donde cada uno de los tres vehículos a los que teníamos se sentía diferente a los mandos no sólo por lo que sucedía en pantalla, sino por cómo se comportaba el propio hardware del gabinete.

Sega Rally 1995 Championship se convirtió rápidamente en un título de referencia dentro del género, e influenció de forma más o menos directa obras como el destacable Kingdom Hearts: Melody of Memory.

Abandonó la Sega que le vio crecer como desarrollador para fundar su propio estudio: Q Entertainment
Estas dos obras serían Space Channel 5 (2000), un juego rítmico con un gran énfasis en la puesta en escena visual; así como REZ (2001), un shooter sobre raíles donde la coordinación reactiva entre los sucesos en pantalla y el propio jugador juegan un papel clave dentro del gameplay. Aunque los motivos tras las decisiones de uno y otro fueran distintos, ambas obras estaban cimentadas en la obsesión de Mizuguchi con la sinestesia creativa; la capacidad de relacionar dos recursos para despertar una sensación distinta. Tanto Rez como Space Channel 5 servirían para que Mizuguchi encontrará su línea creativa, una que alimentará sus obras hasta la actualidad; pero una que le alejaría de Sega, la compañía donde había crecido como desarrollador.
La explosión conceptual de Q Entertainment
La Sega de principios del nuevo milenio era una Sega constreñida por las consecuencias de sus propias decisiones; una situación que para Mizuguchi se tradujo como una importante limitación para su línea artística, una línea que, por otro lado, acababa de definir a través de las ideas de Rez. Tras el mencionado título, Mizuguchi comprendió que la vía para que el jugador sintiera las experiencias que él quería definir, debía implicarse emocionalmente en lo que estaba sucediendo en pantalla, siendo la herramienta para ello, a falta del hardware que tanto le apasiona, el apartado visual y sonoro de sus trabajos. Con esa idea en mente abandonó la Sega que le vio crecer como desarrollador para fundar su propio estudio: Q Entertainment, formado por un pequeño grupo de desarrolladores de Sega que compartían su visión. El primer trabajo dentro de nuestro medio del estudio sería lo que, hasta el pasado 2018, es el título más imperecedero de Mizuguchi para muchos.

La plataforma escogida sería una recién nacida Lumines (2005); un título de puzles en el que debemos completar secuencias al ritmo de la música, una música viva que reacciona con los movimientos del jugador, como el jugador se mueve también a su son. El planteamiento de juego de puzles de mecánicas sencillas, alejadas del batiburrillo que suponía Rez para un neonato en materia de videojuegos, sirvió para perfilar aún más la visión de Mizuguchi; comprendió que para despertar los sentidos que deseaba suscitar en los jugadores, que sus obras fueran accesibles y naturales era una pieza clave para distribuir su mensaje.
La estancia en Q Entertainment por parte de Mizucuchi fue larga y prolífica, con algunos títulos de buen impacto en su haber; aunque siempre marcados por la línea de pensamiento que definió Rez. Todos los trabajos del creativo tras el shooter sobre raíles para Dreamcast sirven para perfilar las ideas expuestas ahí; siendo el culmen de dichas ideas en esta etapa de su carrera Rez Infinite (2017), para PSVR y PC, siendo este último la "experiencia definitiva" sobre el concepto que el creativo nipón creó años atrás.
Enhance: la catedral del "diseño sensorial" en el videojuego
El tiempo que Mizuguchi pasó en Q Entertainment fue una larga etapa de exploración de sus ideas; pero, ante todo, también fue una etapa marcada por la autorrealización personal. El creativo japonés tachó de su lista de objetivos, poco a poco, muchas de las que fueran sus inquietudes. Para el año 2012, el creativo nipón decidió, tras una etapa de introspección, dar un paso atrás y dejar la escena del desarrollo de videojuegos durante un tiempo, centrándose en sus otros proyectos, principalmente su nueva labor como docente en la universidad de Keio y la actividad de su banda musical: Genki Rockets, fundada en 2006 y un apoyo indispensable para el apartado musical de muchos de sus títulos.
Ya en 2014, el desarrollador se despediría de Q Entertainment para ampliar horizontes en otros sectores, ahora bajo el nombre de Enhance, una compañía formada únicamente por Mizuguchi que, aunque quería ir más allá de los videojuegos, no se alejaría del medio durante un largo periodo.

El ansiado encuentro con Tetris
Dando un salto hacia atrás, hacia los inicios de Q Entertainment, encontramos a un Mizuguchi que intenta, sin éxito, trabajar con la mítica licencia de Tetris para crear un título de puzles basado en la coordinación sonora y visual de lo que ocurre en pantalla; de este infructuoso intento nacería el fantástico Lumines, pero Mizuguchi se reencontrará con la licencia de los bloques descendentes gracias a un encuentro con el copropietario de Tetris: Henk Rogers. Mizuguchi Tetris Effect (2018), la obra más laureada de Mizuguchi hasta la fecha, así como una de las mejores revisiones de la obra de Alekséi Pázhitnov que podemos recordar.
Con uno de sus más esquivos sueños cumplidos, Mizuguchi ha estado estos últimos años centrándose en la tecnología aplicada a la "experiencia sinestésica" en el videojuego. Su último proyecto activo es Humanity, que como no podía ser de otra forma, ha terminado convirtiéndose en otra de esas experiencias que merece la pena probar. Para su desarrollo ha contado con el apoyo del prestigioso diseñador Yugo Nakamura. Con todo esto, esperamos haberos acercado una de las figuras más curiosas del videojuego moderno, una que está marcada por la búsqueda incansable de la trascendencia de la experiencia interactiva que caracteriza a nuestro medio; para mí, la más noble de las búsquedas en el videojuego.
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