El radiotelescopio de Murchison Widefield Array en Australia es una de esas genialidades de la astrofísica que se creó para estudiar los orígenes del universo, explorar las acciones del Sol y analizar cualquier señal transitoria que pueda llegarnos desde el espacio. Sin embargo, de todos los fenómenos extraordinarios que esperaban recibir al estudiar nuestros cielos, lo que no entraba en sus planes era una señal de televisión. Es justo lo que ocurrió hace cinco años.
La posibilidad de un error en la recepción de esa señal quedaba completamente descartada porque, de hecho, la ubicación de su construcción se eligió precisamente para poder evitar cualquier tipo de interferencia que pudiese afectar a su trabajo. Situado en una zona de silencio radioeléctrico, la recepción de una señal de televisión procedente del cielo dejó desconcertada a la comunidad científica.
Una señal de televisión en una zona de silencio radioeléctrico 4z4w3r
Por si la idea de unos extraterrestres acercándose a nuestro planeta para disfrutar de nuestra televisión no fuese lo bastante surrealista, la señal parecía moverse a través del cielo. Descubrir de qué se trataba, cuál era el origen de la señal, y por qué se había colado en una zona a prueba de interferencias, se convirtió en una absoluta prioridad. Cinco años después, un equipo de la Universidad de Brown encontró la respuesta.
De la mano de técnicas avanzadas de procesamiento de señales que permitían enfocar mejor las fuentes cercanas a la interferencia, el estudio reveló que la citada señal no pertenecía a una cadena de televisión procedente del espacio, sino que se trataba de la banda de frecuencia que emitía Channel 7, un canal de televisión australiano. Encontrar la clave detrás de su procedencia hizo que determinar la causa fuera mucho más fácil.
Al calcular la altitud y velocidad a la que se movía la señal, encontraron al culpable de la interferencia. Moviéndose a una altitud de 11,7 kilómetros y a una velocidad de 792 kilómetros por hora, el culpable de que esa señal de televisión se colase en su espacio de silencio radioeléctrico era un avión comercial. Al parecer, el objeto metálico estaba haciendo rebotar la señal provocando el problema.
Desvelar el misterio no sólo resultó útil para acabar con las dudas sobre el origen de la señal, sino también para poner de manifiesto un problema que, cada vez más, está poniendo en riesgo el trabajo de los astrónomos: el ruido que emitimos desde la Tierra nos impide ver con claridad lo que hay más allá de ella: "es como tratar de escuchar a un amigo susurrando al otro lado de la mesa mientras un niño grita en tu oído".
Llegados a este punto, la solución por parte de los científicos no es otra que, si no se puede encontrar un cielo silencioso en la Tierra por culpa de satélites, aviones y demás ruidos generados por el hombre, tal vez la Tierra ya no sea el lugar indicado para realizar esos estudios. Que la NASA tenga entre sus planes construir un telescopio en la cara oculta de la Luna parece, de forma cada vez más evidente, la mejor solución para evitar este tipo de problemas.
Imagen | MWA
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