Gracias a la investigación arqueológica de dos campamentos romanos en Alemania acabamos de descubrir la primera muestra de una pila fossata, un foso plagado de palos de madera afilados. Hasta ahora, la trampa defensiva popularizada por el Imperio Romano sólo se conocía por fuentes escritas antiguas y nunca nos habíamos cruzado con una muestra real.
Que lo hayamos hecho ahora ha sido gracias a las condiciones húmedas del suelo, que han podido conservar la pila fossata gracias a la falta de oxígeno bajo varias densas capas de sedimentos que habrían protegido la estructura. Ahora, tras dos años y medio trabajando en su restauración, podemos hacernos una idea de cómo eran realmente.
"La excepcional buena conservación de los objetos de madera y los restos de tela, muy bien conservados y recuperados, de este período, se deben principalmente al anegamiento permanente. Tales obstáculos para el acercamiento ya han sido descritos por autores antiguos como César, pero por primera vez en todo el Imperio Romano, se ha logrado evidencia arqueológica de tal pila fossata".
Una trampa que siguió funcionando 2.000 años después 1t722m
Las trampas de pinchos son, desde la prehistoria, uno de los recursos más utilizados por el hombre a la hora de defenderse y crear trampas para el enemigo. Sirvieron para cazar mamuts, para proteger fuertes romanos como el que defendía la pila fossata comentada, y hasta fueron una de las claves que permitió a las guerrillas de Vietnam plantarle cara a Estados Unidos durante la guerra de los 60.

La gran baza de este tipo de trampas es que, más allá de aniquilar al enemigo, lo que consigue a base de púas afiladas es dañarlo de gravedad e impedir su movilidad, provocando así que deban ser trasladados para recibir atención médica (mermando así las fuerzas atacantes), y reducir la moral de los atacantes para que se vean obligados a andar con pies de plomo para evitar el daño y las infecciones que provocaban estas trampas.
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